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Hasta hace un tiempo atrás en Cajamarca todos sabíamos de la existencia de una banda denominada “Los Camilos”, gracias a una labor de inteligencia que tuvo que hacerse desde la ciudad de Lima para evitar que la información se filtre -como solía pasar siempre en cada operativo- se logró detener a varios de sus miembros y poner tras las rejas a varios de ellos incluyendo a uno de sus líderes.
Todos sabíamos de su existencia y de su modus operandi. Sabíamos que si algo nos era sustraído había que acudir a ellos para pagar un rescate por lo que nos había sido robado. Lo curioso es que la policía también lo sabía, pero tuvo que hacerse un operativo desde la capital para poder intervenir a esa banda organizada.
Hoy, nuevas bandas de extorsionadores y de delincuentes de toda índole se han instalado en Cajamarca y operan con desfachatez. Hay varias denuncias de empresarios cajamarquinos que vienen siendo víctimas de llamadas extorsivas por parte de delincuentes que han llegado hasta el punto de disparar a las viviendas de quienes se han atrevido a denunciar estos hechos.
Para nadie es un secreto la modalidad en que operan los llamados “colombianos”. Sujetos que se hacen pasar como prestamistas, para luego cobrar intereses descomunales y totalmente ilegales a sus víctimas, y ante la demora en los pagos intimidan y agreden a sus acreedores usando formas delincuenciales y valiéndose de métodos totalmente fuera de la ley.
A ello se suma la prostitución clandestina, diversos clubes nocturnos que funcionan en toda la ciudad y que albergan a gran cantidad de mujeres traídas de la selva y del interior de algunas provincias cajamarquinas. Existe trata de personas en Cajamarca. Todo ello en amparo a malas autoridades que les conceden permisos o acciones de amparo que les facultan realizar su labor de fachada.
El asalto que se produjo hace unas semanas en el centro de la ciudad, en horas de la mañana, es una prueba fehaciente del clima de inseguridad en el que vivimos. De nada ha servido que Cajamarca tenga su propia Escuela de Suboficiales de la PNP, pues los egresados son derivados en su mayoría a otras partes del país y en Cajamarca sigue creciendo el hampa y la delincuencia.
Probablemente se hagan los esfuerzos, pero no se están cumpliendo los objetivos. Cajamarca es una ciudad adolescente, llena de problemas sociales que se agudizan día a día. Es preciso un trabajo organizado institucionalmente en el que se trabaje en el marco de la legalidad y el respeto de los derechos de las personas, pero que a la vez se actúe con contundencia contra esas bandas criminales que siembran el miedo y la zozobra entre los cajamarquinos.
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